sábado, 10 de enero de 2009

En la linde del bosque

Era una noche fría en el lejano reino irlandés. En la falda de una montaña se encontraba la cálida casa de Anne, una joven madre inexperta que acababa de dar a luz a una linda y palidísima niña, con unos ojos verdes como limas. Cuando la niña rompió a llorar, la bella mujer cerró los ojos, cansada, para siempre.Pasaron los años. La muchacha, Aliss, estaba acurrucada en el alféizar de la ventana que daba a la lejana llanura de gigantes bosques. Su pelo, dorado como el sol y rizado esponjosamente, le caía por el por el hombro como una catarata. Sus ojos no podían dejar de mirar lo reflejos del río ante el sol al bajar de la montaña, para seguir atravesando los árboles. Hacía dos años, su padre le conto, a respuesta de una inocente pregunta suya, que su madre murió al darla a luz. Desde ese momento no paro de darle vueltas al asunto; ¿la había matado ella?, eso era lo que decían los niños, ¿Por qué murió? ¿Ya, en su último suspiro dijo que la quería como en los cuentos populares? .Estas y más preguntas iban consumiendo las horas de luz. Algunas veces se sorprendía ella misma de lo egoísta que podía ser.Llegó la noche y ella ya se había dormido en el alféizar. Su padre subió a la abuhardillada habitación de la niña, esta estaba a punto de caerse encima del arcón de debajo de la ventana. La cogió en volandas intentando no despertarla y no turbar su sueño; la deposito en la cama, le dio un beso en la frente y marchó a descansar, había sido para él un día agotador. El buen hombre trabajaba como carpintero artesano en el pueblo. Era rubio, tanto, que algunas veces bajo el sol, parecía tener los cabellos transparentes, con sus ojos azul mar intenso. También era musculoso, de anchas espaldas y delgado; las arrugas de frente y boca estaban marcadas. Siempre parecía reír, sonreía todas las mañanas, pero, aun siendo tan alegre y bonachón, no lograba dejar de pensar en su vida (con algunos tramos desgraciados).Sus padres murieron al mismo tiempo; su hermano y su mujer en sus ojos, al igual que la suya, Anne. Echaba muchísimo de menos a su esposa… Una lágrima surcó su rostro, iban a hacer 12 años de la tragedia. Mientras pensaba en esto y mucho más, bajo las escaleras, se acomodo en un sillón cerca de la lumbre; fumó su pipa en aquella estancia tan acogedora. El valioso pintor, mejor y casi inseparable amigo, había pintado rigurosa y esmeradamente un retrato de Anne. Debajo, en una pequeña placa de metal brillante, brillantísima estaba la dedicatoria, “para mi queridísimo amigo Will, en el día de su cumpleaños, de Thomas”. Pasó un rato, después otro, otro y otro más, hasta que al fin se durmió.En mitad de la noche, Aliss había tenido una pesadilla. Se levantó asustada, y para despejarse, salió a dar una vuelta por la casa. Al pasar por una ventana vio luces a lo lejos; a primeras creía que eran bandidos o algo por el estilo, pero seguidamente aguzo el oído pegándolo al cristal del ventanuco de al lado de la cama. Todas sus sospechas, equívocas, se desvanecieron. Parecía una orquesta y por el movimiento de las luces parpadeantes, aparentaban danzar al son del ritmo. Oía débiles carcajadas de damas y caballeros; algunas agudas como un niño, otras tan graves, que parecían sapos. Así que ¿por qué no existir? Si los muchachos del pueblo no le habían contado, peor para ellos; Aliss iba a ir. Papá se preocuparía, pero yo le dejaría una nota. Cogió sus zapatillas y su abrigo. Después, se encaminó hacia la linde del bosque.A cada paso que se acercaba, oía más de aquella música. Tarareando en sintonía, con felicidad contenida para no hacer ruido se escondió tras un arbusto. Cuando miró, lo que vio la dejó atónita. Una pandilla de duendes, ninfas, gnomos, enanos y hadas bailaban cogidos de manos. Algunas criaturas tocaban instrumentos y una sola cantaba, parecía un ángel, tenía la piel como la tiza con un rubor sonrosado, los ojos azules y el pelo negro carbón. Cerró los ojos oyendo como su voz masculina recitaba las oraciones del viento conjugando las hojas de los árboles, el fuego, la tierra, las sensaciones,… Sintió fervientes deseos de acompañar la sonata; ella cantaba alto, pero no se escuchaba, el sonido musical era muy intenso. De pronto una de las haditas la cogió de la mano, admirando su voz. Él la miró con amor.Durante esa noche de insomnio, rió, cantó, bailó y jugó con los demás. También descubrió que el chico se llamaba Jasper. De pronto sonó la campana de misa, ya era de día, se le había pasado el tiempo volando y tenía que ir a su casa. Los demás no tardaron en darse cuenta de su infelicidad. La dejaron ir, pero con la condición de que se reuniera con ellas todas las noches. Así lo prometió. Salió disparada hacia su ventana, trepo por esta, se acostó y se hizo la dormida. Enseguida llegó Will. Aliss, como tenía tanto sueño, le dijo que se encontraba fatal; así que se quedó dormida como un lirón. Pasaron seis meses. En horario nocturno se iba de juerga con sus nuevos amigos llego un momento en el que las criaturas mágicas la recogían. Después iba al colegio y el resto del día dormía.Cegada por la diversión, se fue del pueblo, Aliss fingió su muerte y se encaminaron al país de las hadas, un mundo de misterios, cautivadora belleza y enorme fealdad, insensible tragedia, terror, risa, amor, júbilo e inspiración. Unas veces se situó en la cima de una montaña o en reflejo de un lago, otras en nubes, colinas huecas y tal vez en mares y océanos.Fueron momentos de felicidad, Jasper le confesó su amor. Además le pidió matrimonio. La pobre Esme, el hada que propuso y conjuró el encantamiento para ser niña de noche, deseaba al joven, y con la herida abierta y sangrando en su orgullo y corazón, se marchó, dejando inservible el hechizo. La muchacha se casó, tuvo hijos y se convirtió en hada, la más bella de las de la música y danza. Así se fueron para siempre.